por Alejandra Sabia
Somos seres culturales, y como tales utilizamos el lenguaje como modo de comunicación. A través de un conjunto de convenciones establecemos que tal palabra signifique tal cosa, y de ese modo es que la comunicación es viable, en tanto y en cuanto todos entendemos lo mismo respecto de ese vocablo. Es decir, que el lenguaje nos sirve a las personas pertenecientes a una determinada cultura a modo de herramienta para poder comunicarnos.
Ocurre algo al menos curioso en torno al concepto de “violencia de género”, en tanto se le suele otorgar una acepción errónea dependiendo el ámbito en el cual se lo aborde. En los medios de comunicación por ejemplo, es común advertir confusiones respecto del mismo, abordándolo muchas veces de un modo liviano e irresponsable. La falta de formación en temas de género, hace que los comunicadores confundan los conceptos y con ello a la audiencia, lectores, destinatarios en general.
Teniendo en cuenta el artículo 80 del Código Penal y la Ley nº26.485 se define al femicidio como “asesinato de una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género”. Esta última, es entendida como “toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal”. La mencionada ley, tiene incluso un apartado que involucra a los medios promoviendo a que se realicen campañas de concientización, y apuntando a la capacitación de profesionales de los medios masivos en estos temas. El modo superficial y falto de compromiso con el lenguaje propio a la temática, delata que esta formación no está presente en muchos de los comunicadores sociales. A la falta de capacitación de quienes tienen la responsabilidad de comunicar, se le suma la naturalización durante muchos años, de cuestiones que hacen referencia a la violencia de género y que interpelan directamente lugares de poder establecidos y otorgados al hombre por condición “natural”, lo cual impregna muchos de los discursos que se elaboran en torno a la temática. Entonces, es factible preguntarse si la utilización muchas veces fallida de estos conceptos, tiene que ver con la falta de disposición a interrogarse sobre estos lugares de privilegio.
Retomando el planteo inicial, el lenguaje como nuestro modo de comunicación, tiene que ver con un conjunto de convenciones establecidas de manera colectiva. El abordaje responsable de estas cuestiones, y comunicarlas con propiedad es el punto de inicio. Considero que es de especial importancia que nos comprometamos en la construcción de conceptos que atraviesan salvajemente a la sociedad actual, como lo es la “violencia de género”.
(*): La Generación Mar del Plata.